Los lunes pareciera que volvemos sobre nosotros mismos. Es un día vilipendiado y hasta odiado por muchos. Es un día que no quisiéramos ver en el calendario. Sí, lo entiendo. El lunes, el despertador parecer sonar distinto. Mandón, autoritario, irrespetuoso con el sueño. No hay remedio, el lunes me empuja, el lunes me ordena, el lunes me obliga a apretar los dientes, a gritar desde la cama porqué tuvo que llegar, pero al instante aceptarlo y luchar por dominarlo.
Un autor que decidió usar el seudónimo de Sevastian Yorch nos recuerda que un lunes, Adán fue expulsado del paraíso. Muchos seguimos sin entender cómo el lunes resultó ser hermano de viernes, del sábado o del domingo, claro antes de las seis de la tarde.
El lunes resulta tan odiado que incluso se sabe que laboralmente no significa mucho, comprobado está que la productividad baja, que se usa para ponerse al día de lo que se hizo el fin de semana y muy poco para avanzar en las tareas pendientes.
El lunes está condenado a ser comparado con nuestro estado de ánimo de felicidad del fin de semana y la depresión que nos causa verlo llegar.
El jurista y político cartagenero Raimundo Emiliani Román impulso la creación del SENA, pero eso nadie se acuerda. En cambio su apellido irá ligado por siempre a la ley que impulso y llevó a la realidad, trasladar la mayoría de festivos en Colombia a los días lunes. De eso ya hace 34 años.
Así Emiliani se convirtió en el benefactor de muchos lunes que pasaron a ser deseados, amados y esperados con impaciencia. Los lunes festivos. Pero eso terminó por sepultar cualquier cariño que pudiéramos tenerles al resto de los lunes.
Pues llegó la hora de reivindicar el lunes como el día para los propósitos, el día para las promesas, el día del comienzo de todo, del comienzo de la semana. El día para escribir de algo que nos alejara de la realidad de la ciudad, que es lo que nos convoca este encuentro los lunes y el resto de días, hasta el amado y consentido viernes.